jueves, 11 de julio de 2024

MENAS

 Me ocurrió en La Laguna, Tenerife, hace cosa de dos meses.


Había ido para allá a llevarle a mi hijo una bicicleta eléctrica que me había pedido ya que yo me había comprado una más potente acorde a mi edad.

Además mi nieta pequeña aprendería a su vez a montar en la suya.

Estábamos en esa labor cuando empecé a notar el fresquito tan típico de La Laguna, en el Parque De la Vera, por lo que me acerqué a mi coche a buscar una rebeca que por precaución había puesto dentro.

Fue entonces cuándo  los vi… Dos muchachos de unos 14 ó 15  años, negros como tizones. Iban muy despistados y al pasar a mi lado me saludaron tímidamente. Sus caras reflejaban una mezcla de tristeza y desorientación. Les respondí al saludo y me animó a hablar un poco con ellos.

Habían llegado a El Hierro hacía poco. Se hospedaban en un albergue para menores de edad cerca del sitio de donde estábamos.

Les pregunté por cómo llevaban su situación. Uno de ellos se lamentaba de que aunque el albergue estaba bien ahora estaba sobrepasado de gente, “Hay muchos, muchos…” me decía.

Asistían a clase de español y la verdad que me sorprendió el hecho de que a pesar del poco tiempo que decían estar por aquí, ya eran capaces de mantener nuestra conversación, no sin muchos gestos que ayudaban al entendimiento.

Me hablaron cosas que no legué a entender mucho pero que me dejaban clara su situación…y me dejaron con el corazón roto.

He tenido 4 hijos y actualmente 7 nietos por lo que quizás me afectara tanto la situación de estos muchachos. Por un momento me pasó por la mente la imagen de mi nieto Hugo, de edad parecida y la de mis hijos cuando tenían esas edades…

Así es que tras un rato no muy alargado ellos siguieron su camino dirección al albergue y yo quedé muy pensativo..y triste…

Me hice mil preguntas en lo que regresaba al lugar dónde  esperaba mi hijo y sus hijas con las bicicletas y a pesar de que este tema me ha llegado al alma desde hace bastante tiempo, sigo sin encontrar una respuesta satisfactoria. Y las hay muchas y de muy diversas versiones, desde las más humanas hasta las más crueles.

Volviendo en el barco de vuelta a casa no dejaba de pensar en estos dos muchachos. Pedía un café y cuando fui a pagar veo un billete de 10 euros y me sentí fatal: ¿Porqué no se los di a aquellos muchachos con la indicación de que era la mitad para cada uno?

Cachisss…


Las Palmas de GC,10 de julio  de 2004





No hay comentarios:

Publicar un comentario